lunes, 26 de septiembre de 2011

VIAJE AL CENTRO DE NUESTRO SER INTERIOR



UNIVERSIDAD DEL ARCA DE LANZA DEL VASTO
Tras cuatro años consecutivos de organización de los cursos de verano que se desarrollan dentro de la Universidad del Arca de Lanza del Vasto en La Longuera (Elche de la Sierra-Albacete), este año Michel Ferré nos pasó el relevo a Naty Pego, del grupo de Asturias, Víctor Torre, del grupo de Madrid y Rosa Valles, del grupo de la Longuera, y junto a Alfred Ferrís, responsable de la formación en el Arca de España, emprendimos la ardua tarea que Michel había desempeñado con gran éxito, eficacia y su compromiso personal, cuidando cada detalle con cariño y sutileza para que las señas de identidad y el espíritu del Arca continúen presentes a lo largo de estos cursos.
Los cursos de verano tienen una peculiaridad que merece ser resaltada con claridad, y que tiene que ver con el carácter de apertura y de diálogo que caracterizan al Arca Internacional en su conjunto, pues son el espacio de proyección exterior destinado a dar a conocer la filosofía arquiana a la sociedad en general y en particular a quienes anhelan formar parte del cambio hacia un mundo en el que los valores de justicia, paz y solidaridad recuperen su esencia y su dignidad, perdidos y descafeinados por el uso y abuso que de ellos se hace en ámbitos marcados por la apariencia y la imagen vacías de significación y de sentido.
Durante la segunda quincena de agosto la Longuera, un cortijo tradicional de la Sierra del Segura albaceteña, propiedad de la Asociación Paz y Trabajo, sirve de lugar de acogida para estos cursos que duran una semana. A pesar de la sequedad de esta época del año, el valle continúa mostrando su gama de color verde, gracias al cultivo ecológico de arroz y de soja que los miembros de la Panadería Rincón del Segura trabajan desde hace más de 20 años. El río Segura, a pesar de sus gélidas aguas, hace las delicias de grandes y pequeños para los momentos de disfrute y descanso dentro de las intensas jornadas repletas de actividades, como yoga, meditación, plegaria, trabajo en común, talleres, comida, siesta, danzas y veladas. El respeto, la protección y la forma de vida sencilla de las dos familias que en él habitan desde hace más de 13 años hacen que su paisaje se mantenga intacto y que su naturaleza salvaje y rica en biodiversidad trasmitan armonía y belleza a los pasajeros y peregrinos que les visitan cada año. El valle de cristal, como lo bautizó Lanza del Vasto durante su primera y última visita en enero de 1981 a la Comunidad del Arca, recién instalada en los años 80 y que permaneció allí durante algo más de una década, siendo testigos y trasmisores del legado de la noviolencia gandhiana que Lanza del Vasto nos dejó como huella de su paso por estas tierras.
Por ley natural de la evolución, los años se suceden ante nuestros ojos y los acontecimientos que transcurren a lo largo de ellos nos transforman y nos incitan a cambiar constantemente; como cualquier otro grupo, el Arca va adaptándose para intentar dar respuestas a las necesidades vitales de la sociedad, con el propósito de contribuir a enriquecer la Vida en todos sus ámbitos: individual, social, ambiental y político dentro de la “visión holística arquiana”. La Universidad del Arca es fruto de esta evolución y cada año propone varios cursos paralelos destinados a cubrir el conjunto de aspectos que integran el ser humano.
La respuesta de la gente a la oferta de este año fue un logro a pesar del escaso tiempo de antelación con el que se lanzó, a primeros de julio, con un total de 28 inscripciones. El aspecto económico ha sido fundamental, pues con un precio bastante asequible para la gente, 200 € por persona y curso en régimen de pensión completa, hemos conseguido ofrecer unas formaciones de la más alta calidad. Obviamente porque nos movemos en nuestros habituales márgenes de sencillez y sin ánimo de lucro, propios del espíritu arquiano.
La propuesta del 2011 ha comprendido tres cursos:

1) Tracción animal
2) Eneagrama – Comunicación Noviolenta y Arteterapia
3) Decrecimiento y pueblos en transición

De ellos, sólo los dos primeros pudieron llevarse a cabo finalmente como resultado de la difusión que hicimos entre las redes alternativas de comunicación que manejamos. Esperamos que las jornadas de reflexión sobre decrecimiento y pueblos en transición puedan llevarse a cabo más adelante, quizás en otra fecha más acertada para un tema relevante en la situación de crisis global que atravesamos en la actualidad y que merece especial atención por las graves consecuencias que está generando.

El curso de tracción animal repetía tras varios años de realización en La Longuera y en otros lugares donde Alfred Ferrís trasmite generosamente su saber en torno a esta forma de trabajo que, en España se está recuperando tímidamente a diferencia de otros países europeos como Francia, donde el trabajo con animales abarca una gran diversidad de áreas, desde bosque, viñedos y pequeñas huertas, hasta las riberas de los ríos. Las protagonistas fueron sin duda Nina y Pandora, las dos yeguas percheronas que pasaron de mano en mano y tiro porque me toca para que los siete asistentes al curso se adiestraran en una gran variedad de habilidades, como preparar la tierra para la siembra tanto en hortícola como en extensivo y en el manejo de diferentes aperos. Este año los participantes se iniciaban en la doma y el comportamiento equino, lo que dio lugar a alguna leve lesión provocada por la poca cabeza de algún animal pensante. A pesar de los madrugones para evitar las altas temperaturas estivales y del trabajo físico que requería este aprendizaje, al finalizar el curso, los asistentes mostraron su enorme satisfacción por el elevado nivel de calidad del mismo, que cumplía sus expectativas con creces, pues es bastante inusual encontrar algo tan completo, profundo y extenso en todo el estado español.
El segundo de los cursos ha sido un pack de tres en uno formado por eneagrama, comunicación noviolenta y arteterapia. Alrededor de 18 personas, en su mayoría procedentes del Levante español y llegadas por primera vez a la Longuera, aportaron su energía y su confianza en la aventura de este viaje interior. Curiosamente para lo que suele ser habitual en este tipo de cursos, casi la mitad del grupo fueron hombres. Sin pensarlo ni pretenderlo, la estructura del curso fue ideal para construir progresivamente el clima de confianza grupal necesario para alcanzar el objetivo de crecimiento personal a través de la exploración de nuestro mundo interior. Bajo la orientación de Mercedes Gómez, formada en eneagrama con los hermanos de Terriente, comenzamos a caminar en grupo por el camino del autoconocimiento, para darnos cuenta de nuestros patrones mentales, de nuestros mecanismos de defensa y de nuestras reacciones automáticas a fin de descubrir nuestro eneatipo y sus características principales tanto favorables como desfavorables. El trabajo de introspección y de reflexión en grupo nos exigía un trabajo mental que se resistía en algunos momentos.
Así pues, nuestras limitaciones y resistencias comenzaron a emerger poco a poco en el grupo, pasando de momentos de tensión a otros de relajación ligados a diversas emociones que aparecían durante un intenso proceso.
Y llegamos al curso de comunicación noviolenta, ubicados junto al río por las mañanas, y por las tardes en la sala común. El lenguaje del corazón es vivificador y bello, pero requiere paciencia y tiempo para su aprendizaje y práctica, ya que al principio nos resulta bastante difícil comunicarnos con empatía, por lo poco acostumbrados que estamos a hacerlo, es como aprender otro idioma. Sin embargo, a medida que mejora nuestra relación con nosotros mismos y con aquellas personas que de verdad nos importan, nos sorprende gratamente la manera en que nos conecta a la energía de vida que fluye en cada uno de nosotros y en todo el Universo.
Con la intención de aplicar la máxima de M. Rosenberg “haga lo que haga, que sea un juego” y para que el curso resultase ameno, utilicé un gran número de dinámicas prácticas y sencillas que aprendí de Nuria Murcia en su curso del Centro Budista de Valencia y que sirvieron para adentrarnos en el método de Marshall Rosenberg, fundador de la Comunicación Noviolenta basada en varias etapas de observación, expresión de sentimientos y necesidades, empatía, escucha activa y hacer peticiones. El recorrido desde nuestra parte mental hasta nuestros sentimientos y emociones progresó adecuadamente, superando con éxito los prejuicios y condicionamientos de nuestra mente racional y analítica. Así pues habíamos cruzado con cierto pudor y miedo el umbral que nos daba acceso al siguiente curso de arteterapia.
De la mano de Amparo Castillo, arteterapeuta humanista y terapeuta gestáltica e Inma Latorre, que cursa su formación en la escuela El Caminante, nos adentramos en un océano cambiante de sensaciones, intuiciones y emociones. El despliegue de color, sonidos, energía y creatividad se plasmaba en las tareas de pintura y escritura que emprendíamos participando activamente, con espontaneidad y naturalidad. Un continuo de música exquisita elegida con mucha conciencia y gran acierto para cada ocasión, nos envolvía como una suave brisa, haciendo fácil el proceso terapéutico; con los ojos cerrados nos dejamos llevar a través de la marea de vibraciones que despertaban nuestros instintos más profundos y nuestro anhelo de felicidad, escuchamos nuestro cuerpo, reabrimos las heridas del pasado, reconocimos nuestro dolor, comprendimos y aceptamos nuestro sufrimiento y limpiamos parte del fango que yacía enterrado en nuestro fondo, gracias a la ayuda de estas dos mujeres sabias que sin conocernos de nada se atrevieron con gracia y coraje a utilizar las técnicas más arriesgadas para que el proceso fuera tan potente como sencillo y hermoso. En un día y medio conectamos con lo más bonito de nuestro cuerpo y atravesamos toda una vida llena de polaridades: tristeza-alegría; rechazo-atracción; contacto-retirada; odio-amor; apatía-entusiasmo; calma-ansiedad; vergüenza-narcisismo; cuerpo-mente; actividad-pasividad; ser-hacer; y nadamos mar adentro entre el oleaje de intensas emociones opuestas: enfado, excitación, frustración, ternura, ira, pasión, impotencia, placer, culpa, risas, celos, sorpresa, miedo, soledad……la gente salía de la formación transpirando emociones, saturados y removidos, introspectivos y reflexivos, pero aliviados y más ligeros, más livianos, y sobre todo más conscientes de nuestra vulnerabilidad y fragilidad, de la temporalidad de nuestra individualidad frente a nuestra auténtica y verdadera naturaleza eterna.
Tras esta especie de catarsis colectiva, nos encontramos al anochecer celebrando la alegría de vivir en la última noche de despedida y fiesta. En círculo y cogidos de la mano alrededor de un fuego vivo y llameante, recitamos la oración del fuego y expresamos gratitud y gozo por todo lo vivido en común durante una semana, creando nuevos vínculos entre gentes antes desconocidas.
“Dejemos que le gente viva en nuestro corazón, cabe tanta gente como queramos”.

Rosa Valles (Septiembre de 2011)




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