Conferencia: “Un paseo por el amor y la muerte”
Licenciada en Psicología y Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Psicóloga Clínica por la Escuela de Psicología de Madrid. Psicoterapeuta Gestalt y Formadora en Terapia Gestalt por el Institute of Gestalt Therapy of Los A ngeles (USA). Dr. Eric H. Marcus. Practitioner of PNL (Programación Neurolingüística) por el Institut de Formation Programmation Neurolinguistique, Paris. Dres. A. Robbins y H. Bidault. Analista Transaccional por el Institute of Psychodrama and Psychotherapy of San Francisco. Dr. Mc Cormick. Formación en "Tratamiento psicológico al paciente terminal". Institut pour la Santé, Bruxelles. Formación en "Tratamiento y asistencia psicológica a pacientes con cáncer", Simonton Cancer Center, California. Graduada por el Elisabeth Kubler-Ross Center. Head Waters (Vi), USA. Ha publicado 25 artículos sobre diversos temas de Psicología Clínica, Análisis Transaccional y Terapia Gestalt. Ha escrito y publicado 4 libros.
Fundó en 1978 y sigue dirigiendo actualmente el Centro de Terapia y Psicología-CTP en donde, además de desempeñar sus tareas de Formadora en Terapia Gestalt, pasa consulta privada y ejerce una Relación de ayuda y psicoterapia con enfermos terminales, oncológicos y crónicos, así como ayuda y psicoterapìa en procesos de duelo.
Conferencia: “Un paseo por el amor y la muerte”
Los sufrimientos están ligados a múltiples situaciones de la vida: una enfermedad, la pérdida de un trabajo, un enfado importante, etc….pero la característica más indiscutiblemente ligada a la pérdida de un ser querido es el amor.
Si no amásemos a quien se va de la vida, de nuestras vidas, no existiría el duelo, ni sentiríamos su pérdida como si nos arrancaran nuestra propia vida.
El duelo, es por lo tanto, la prueba irrefutable de nuestra capacidad de amar.
Comentaba cuando me han ido a recoger al tren, que bueno, después de un año de casada mi marido se mató en un accidente de coche, pero que ahí no se me despertó a mí digamos que el amor por el duelo, o por apoyar a las personas en un duelo sino que es algo que desde que tengo uso de razón, tengo una inquietud, una inclinación por ver cómo puedo apoyar o qué puedo hacer para que el camino del sufrimiento sea un poco menos doloroso. Eso me hizo efectivamente perseguir a Elisabeth Küble-Ross, que era la mujer de los aeropuertos, de hecho trabajaba en los aeropuertos, daba sus conferencias en los aeropuertos para después irse a otro aeropuerto, pero bueno, yo la pillé en su centro, en Estados Unidos hace un montón de tiempo y la verdad es que me ayudó muchísimo, digamos en mi trabajo de conocerme y entender que estando cerca ya estás ofreciendo algo, mi idea era dedicarme a trabajar en esta área y luego, supongo que la vida empuja por otros derroteros y acabé descubriendo la terapia gestalt como una manera de trabajar con personas que estaban en duelo y al final he acabado siendo digamos una experta dedicada a hacer terapia gestalt en donde mi especial interés es trabajar con los duelos, con personas con enfermedades que se llaman catastróficas, o enfermedades graves, como una manera de poder apoyar y poder compartir sobre todo las emociones.
Hay una cosa que os y me une con vosotros y son el amor, el sufrimiento y la tristeza. Da igual el tiempo, la edad y el cómo, pero digamos que esos tres sentimientos nos unen y nos hermanan. ¿Por qué he llamado a intervención un paseo por el amor y la muerte? Por una sencilla razón, desde hace algún tiempo, el tema de los duelos, el tema del apoyo a personas con enfermedades graves está empezando a tener un sitio en la sociedad, afortunadamente se está poniendo de moda, a nivel social y creo que gracias a Elisabeth Küble Ross pero como todas las cosas que empiezan a tener un sitio en la sociedad, de pronto parece que todo vale, entonces yo he odio hasta compañeros míos, decir que perder el trabajo, perder una casa o que se te rompa el coche, es un duelo. Y yo les digo “no, no es un duelo, sino una pérdida”, digamos algo así como que yo me encargo de reivindicar que la característica principal de un duelo es el amor. Para que haya un duelo hace falta haber perdido a alguien que amamos, y ahí no entra ni las casas, ni los coches ni nada. ¿Por qué? Porque de alguna manera en el duelo hay un echar de menos esa vida compartida, echar de menos ese andar juntos en el paso del tiempo, y eso es lo que produce un desgarro que no se llena nunca.
Otra de las cosas que yo quiero reivindicar es que hay veces que determinados profesionales entienden el duelo como algo patológico, el duelo no es una enfermedad, el duelo no es patológico, el duelo es un estado natural y sano de las personas que han perdido a alguien a quien amaban. Y me parece importante, porque si el sufrimiento es una característica del ser humano, yo digo que el duelo, la pena es como una pastilla de jabón atravesada en el corazón. Y lo mismo que el jabón se disuelve con agua, necesitamos las lágrimas y necesitamos darnos cuenta de lo que echamos de menos para que esa pastilla se disuelva. Y digamos lo que nos ofrece el atravesar el duelo, es tener un tiempo de recogimiento, porque uno se queda como abobado, es una manera natural que tenemos los seres humanos de aislarnos del entorno, de aislarnos del ruido, del bullicio, de las rebajas, nada importa, nada interesa, uno necesita estar como en una especie de huevo con su pérdida, con su sufrimiento, porque es como un cañonazo que nos hace una agujero.
Lo único que hay que hacer, lo único y lo difícil que se puede hacer es acompañar, y lo difícil por qué, por una razón, y es que en vosotros se instala digamos el aislamiento, se instala el sufrimiento, pero sobre todo se instala la impotencia. No hay nada para hacer, nada, solo se puede llorar, y llorar, llorar y decir por qué y por qué, y ni hay contestación para el por qué, ni parece que las lágrimas alivian, es una sensación de impotencia horrorosa, nadie nos consuela, los profesionales o yo por lo menos siento la misma impotencia, porque no hay nada para hacer, y a mí me encantaría poder hacer milagros, porque de verdad que como el nombre de Talitha indica: “levántate y anda”, me encantaría, y lo único que podemos hacer es compartir la impotencia de no poder hacer absolutamente nada salvo estar, estar disponible.
Sin mebargo, mientras que el dolor es físico, y existe algún tipo de pastillas que lo calma, y que lo dejamos de sentir, y parece que eso se alivia, el sufrimiento es psicológico, el sufrimiento es una herida en el alma por decirlo de alguna manera y no hay absolutamente nada que lo quite, no hay nada que lo mitigue, no hay nada que lo alivie, no hay nada que los profesionales podamos hacer físicamente para anestesiar ese sufrimiento. Vuelvo otra vez a lo mismo, simplemente lo podemos acompañar.
Otra reivindicación que yo quiero hacer sobre el duelo, es que también algunos profesionales dicen que el duelo pasa y que después de las fases, el duelo acaba poco menos que de un día para otro, uno se pone a bailar sevillanas; y si se te encoje el corazón un día, digamos que ya la cosa va mal, ya es un duelo patológico, lamento si os parezco un pájaro de mal agüero al afirmar que el duelo no acaba jamás, efectivamente llega un momento que la impotencia se suaviza, porque encuentra uno un sentido a vivir como yo digo con cuatro ojos, con cuatro piernas, y es cuando pienso que voy a vivir plenamente la vida por la que tú no puedes vivir, pero no se quita, llega un cumpleaños y se pone uno fatal, llega el aniversario de la muerte y se pone uno fatal, y oye uno una canción y se pone fatal.
Sería algo así como que yo me empeño en que si esto sucede no os asustéis, cuando hayan pasado cinco años, siete años, y os levantéis un día sin motivo, con el corazón lleno de nubes y penséis: “pero si hoy no es el cumpleaños, si no es el aniversario, si hoy no he oído esta canción que me recuerda que …”; pues seguramente habréis soñado, o tendréis el día negro, no os asustéis y dejaros sentir, pero tampoco permitáis que nadie os diga: “oh oh, un duelo mal vivido, a ver esto dónde va a acabar”, porque digamos que es vuestra manera de seguir, claro que nunca jamás en la vida se va a olvidar, pero digamos que esas lágrimas o ese corazón encogido os sigue recordando lo importante que sigue siendo cada día de vuestra vida, el hijo o la hija que habéis perdido, o el hermano, o el nieto.
Una de las cosas que quiero leeros es un fragmentito que escribí en un artículo sobre una sesión con una madre, donde la hija más mayor la arrastró a terapia conmigo porque una hija suya de 18 años, hermana de esta chica que había asistido a cursos míos, había muerto en un accidente de coche y os cuento un poco esta sesión concreta:
“Pilar, es una mujer sencilla de 48 años, siempre vestida de negro, ha perdido en un accidente de coche a una hija de 18 años, otra de sus hijas la animó para que empezara un trabajo de duelo conmigo, llevamos varios meses en esa tarea. Mantenemos una buena relación, en esta sesión Pilar llega con los ojos enrojecidos, su cara está crispada, su respiración es superficial, yo siento como se me encogen los hombros y me duele el pecho, siento angustia, se derrumba en el sillón y no me da tiempo a decirle nada, a bocajarro me dice en un toco de voz agudo y desencajado: “no puedo recordar su cara, miro las fotos, pero aún así no puedo recordar su cara, mi pobre niña, mi dolor de pecho se cambia en un nudo en la garganta, le tiendo mis manos y ella las agarra con fuerza, y llora desconsoladamente de un modo entrecortado, y ahora qué será de mí, nunca la volveré a ver crecer ni casarse, la vida es un asco, ¿qué sentido tiene tanto sufrimiento? Y mientras seguimos con las manos fuertemente cogidas, su tono de voz va cogiendo fuerza y energía, yo me doy cuenta de que respiro más profundo y que el dolor de pecho y el nudo en la garganta han desaparecido. Pilar empieza a despotricar contra todo lo que se le viene a la cabeza mientras agita nuestros brazos contra el aire.”
Creo que de alguna manera a algunos de vosotros os debe recordar alguna experiencia vuestra, el recuerdo no pasa, esos días de sufrimiento, esos días negros, es de alguna manera, vuestra forma de daros la tranquilidad, tranquilidad entre comillas, de que siempre van a estar en vuestro corazón, que podéis ir al cine, podéis disfrutar de un día de sol, podéis ir la playa, podéis iros a bailar, y podéis gozar la vida, por decirlo de alguna manera, y de vez en cuando podéis sentir la tranquilidad de que quien no está con vosotros, sigue estando con vosotros y vosotros le amáis.
Otra característica que os quiero decir de vuestro duelo, es que vuestro duelo es contra la vida, a ver, me explico: cuando somos mayores, la muerte de un padre o anciano, la muerte de una madre anciana, o incluso una edad adulta, bastante adulta, podemos llegarla a encajar, como que la vida es así, son normas de la vida, ya se sabe que todos tenemos un final; lo que uno siente como un absurdo es la muerte de un hijo, porque no es lógica, porque no viene a cuento, porque se supone que los hijos nos van a enterrar, entonces una de las cosas que hemos descubierto los psicólogos, es que todos los humanos hacemos una especie de línea que es como una línea del tiempo, que es como un semicírculo justo delante de nuestras narices, donde situamos el presente, la línea imaginaria hacia la izquierda es el pasado y la línea imaginaria hacia la derecha es el futuro, y es muy curioso, si a alguien le preguntas: ¿recuerdas qué hiciste el verano pasado? Todo el mundo hace así con los ojos y mira para la izquierda; que sea una línea imaginaria no significa que no nos organice la vida, cuando alguien muere, pero sobre todo cuando un hijo muere esta parte de la línea de la vida se hace añicos, y no hay para dónde mirar, ¿por qué? pues porque esta línea de la vida la tenemos llena de expectativas, de esperanzas, de sueños, que probablemente luego serán de otra manera, y soñaremos tener un hijo médico, y después hará lo que le de la gana, pero si hace otra cosa, solamente hacemos un cambio, en una línea que está, cuando se va de nuestra vida la línea se hace trizas, digamos que la labor del duelo es ayudar a reconstruir esa línea de vida que a lo mejor no tiene los colores del arco- iris, a lo mejor es en gris o en blanco y negro, y poco a poco después le vamos poniendo cositas que tienen un cierto color, ese es el proceso de duelo, eso es lo que le permite a uno tirar para delante.
Sabéis que las fases del duelo son la negación, el por qué a mí, después generalmente el regateo, la tristeza, la rabia, y digamos por último la aceptación, otra cosa de las que quiero reivindicar es que acompañar en el duelo no es un protocolo, ni una receta de cocina de cómo asar un pavo. No se puede poner las etapas, que cualquiera de los que está sufriendo un duelo, se convierta en una especie de y perdonarme la expresión, ratita de laboratorio, que tengo que acechar como profesional si está en la fase 2 o en la 3, si ahora tengo que hacer A o tengo que hacer B, eso no es así, digamos que cuando los profesionales hemos establecido una serie de pasos, sería como el que hace una receta de cocina, efectivamente, o como quien maquilla, en donde hay una serie de aspectos que debemos de tener en cuenta, pero no son las etapas lo que tenemos que tener en cuenta, lo que tenemos que tener en cuenta es cada una de las personas, cada uno de vosotros, que vienen a brindarnos la oportunidad de sentirnos útiles, porque tenéis la generosidad de pensar que podemos ayudaros a apoyar vuestro duelo. Cada persona es única y cada persona tiene su momento, sus características, y además otra cosa importante es que cada uno tenemos nuestra personalidad; hay quien se ralla dándole vueltas a algo, y el apoyo es ir un poco más allá de ese “rallao”, hay quien al contrario va muy deprisa, y pierde los detalles, porque los detalles es como si fuera un azadón en el corazón, nuestra tarea es saber teóricamente, que va bien pararse un poquito y hacer que los golpes de azada no sean tan fuertes, pero que es bueno detenerse un poco en ese punto.
Dentro de las características del duelo, que hay quien lo sufre más, pero que creo que todo el mundo lo tenemos, hayamos perdido a quien hayamos perdido, es que de pronto nos aparece una extraña culpabilidad, y digo extraña culpabilidad porque parece como que cuando uno está en un duelo, digamos que sabemos lo que ha pasado antes, claro que lo sabemos, y da la sensación de que como ahora sé los detalles de esto que ha pasado, tendría que, antes de que hubiera pasado, haber sabido esos detalles, y hubiera podido hacer algo, no es verdad. La culpa creo que es un mal que los humanos ni ningún profesional de la psicología o la psicoterapia hemos aprendido a solucionar, debe ser un mal endémico, no sé por qué, pero es otra característica humana, yo creo que es una forma creativa y muy molesta de solucionar la impotencia, siempre mantengo que la impotencia es el peor sentimiento que puede tener uno en la vida, ¿por qué? Porque con la impotencia no se puede hacer nada, solo estar, solo acompañar, y es tremendo, y a mí me parece que sentirse a veces culpable es un poco como si los humanos hubiéramos encontrado un recurso de poder hacer algo, aunque sea torturarnos, porque es preferible torturarse con “podría haber hecho…” o “dicho”, siempre es una acción, a estar con la impotencia que es como inmovilidad y como ahogarse en el sitio sin moverse, por decirlo de alguna manera.
Otra de las cosas también es que supongo que cada uno habrá perdido a su hijo o su hija de una manera distinta, pero hay veces que yo en la consulta me he encontrado con un sentimiento de culpa muy peculiar, por ejemplo, alguien que está hospitalizado, por supuesto, alguien a quien se quiere que está hospitalizado, y que digamos que tiene mal pronóstico, pero el desenlace se va alargando en el tiempo, a veces hay alguien que ha llegado a la consulta fatal porque de pronto se ha visto que pensaba poco menos de “a ver si se muere de una vez”, y entonces llega fatal porque dice: “si es mi marido o es mi hijo, ¿cómo puedo pensar yo una cosa así?”, y digo, no, vamos a ver, tú amas a la persona a la que después de trabajar, corres a atender, y estás allí, que estás pendiente, pero en los humanos, el cerebro generalmente funciona sin contenidos, todo el mundo habla ahora del estrés, el estrés no es tener muchas cosas que hacer, el estrés no es estar muy activo, el estrés es un proceso fisiológico, digamos que supone una situación de tensión psicológica y física mantenida en el tiempo, cuando alguien se pone enfermo, una enfermedad para la que no tenemos solución, cada día de vida mete a la persona que acompaña en lo que se llama una meseta de estrés, y es un día y otro día, y otro día, y tiene una serie de características físicas, y las características físicas es que uno se contrae, yo digo que es como si los humanos fuésemos una gamba cruda que nos movemos, estamos flexibles, una situación de estrés es como una gamba cocida, hace que se quede uno congelado, directamente, que las emociones no se puedan expresar, se nos empieza a caer el pelo, empezamos a no tener hambre, otras veces nos dan ataques de hambre y comemos como locos, el sueño se nos estropea, la respiración se nos pone fatal, el sistema inmunológico se va al garete, digamos que todos los humanos tenemos un principio físico que cuando hay una situación de estrés mantenida hay una necesidad de que el estrés acabe, porque acabar el estrés significa volver a ser la gamba cruda, volver a estar flojo, y ahora empieza otra etapa en la que tengo que……pero qué ocurre, que el cerebro lo que nos dice es ojalá acabe esto, pero esto no tiene nombre y apellido, nosotros pensamos ojalá acabe esta situación de estrés, es neutro digamos, nosotros no le ponemos contenido, pero pensamos que acabe esta situación de estrés en que la persona que no quiero que se vaya y que de pronto he pensado que ojalá que se vaya. Ya sé que la culpa no tiene sentido nunca y cuando uno la siente, la siente, pero no quiere decir que os habéis vuelto fríos y crueles y despiadados, no, simplemente quiere decir que necesitáis daros un respiro, aflojaros como una esponja llena de agua, necesitáis escurrir el agua para estar otra vez tiernitos y poder seguir de nuevo en la brecha.
Muchas gracias a todos por escucharme.
Fundó en 1978 y sigue dirigiendo actualmente el Centro de Terapia y Psicología-CTP en donde, además de desempeñar sus tareas de Formadora en Terapia Gestalt, pasa consulta privada y ejerce una Relación de ayuda y psicoterapia con enfermos terminales, oncológicos y crónicos, así como ayuda y psicoterapìa en procesos de duelo.
Conferencia: “Un paseo por el amor y la muerte”
Los sufrimientos están ligados a múltiples situaciones de la vida: una enfermedad, la pérdida de un trabajo, un enfado importante, etc….pero la característica más indiscutiblemente ligada a la pérdida de un ser querido es el amor.
Si no amásemos a quien se va de la vida, de nuestras vidas, no existiría el duelo, ni sentiríamos su pérdida como si nos arrancaran nuestra propia vida.
El duelo, es por lo tanto, la prueba irrefutable de nuestra capacidad de amar.
Comentaba cuando me han ido a recoger al tren, que bueno, después de un año de casada mi marido se mató en un accidente de coche, pero que ahí no se me despertó a mí digamos que el amor por el duelo, o por apoyar a las personas en un duelo sino que es algo que desde que tengo uso de razón, tengo una inquietud, una inclinación por ver cómo puedo apoyar o qué puedo hacer para que el camino del sufrimiento sea un poco menos doloroso. Eso me hizo efectivamente perseguir a Elisabeth Küble-Ross, que era la mujer de los aeropuertos, de hecho trabajaba en los aeropuertos, daba sus conferencias en los aeropuertos para después irse a otro aeropuerto, pero bueno, yo la pillé en su centro, en Estados Unidos hace un montón de tiempo y la verdad es que me ayudó muchísimo, digamos en mi trabajo de conocerme y entender que estando cerca ya estás ofreciendo algo, mi idea era dedicarme a trabajar en esta área y luego, supongo que la vida empuja por otros derroteros y acabé descubriendo la terapia gestalt como una manera de trabajar con personas que estaban en duelo y al final he acabado siendo digamos una experta dedicada a hacer terapia gestalt en donde mi especial interés es trabajar con los duelos, con personas con enfermedades que se llaman catastróficas, o enfermedades graves, como una manera de poder apoyar y poder compartir sobre todo las emociones.
Hay una cosa que os y me une con vosotros y son el amor, el sufrimiento y la tristeza. Da igual el tiempo, la edad y el cómo, pero digamos que esos tres sentimientos nos unen y nos hermanan. ¿Por qué he llamado a intervención un paseo por el amor y la muerte? Por una sencilla razón, desde hace algún tiempo, el tema de los duelos, el tema del apoyo a personas con enfermedades graves está empezando a tener un sitio en la sociedad, afortunadamente se está poniendo de moda, a nivel social y creo que gracias a Elisabeth Küble Ross pero como todas las cosas que empiezan a tener un sitio en la sociedad, de pronto parece que todo vale, entonces yo he odio hasta compañeros míos, decir que perder el trabajo, perder una casa o que se te rompa el coche, es un duelo. Y yo les digo “no, no es un duelo, sino una pérdida”, digamos algo así como que yo me encargo de reivindicar que la característica principal de un duelo es el amor. Para que haya un duelo hace falta haber perdido a alguien que amamos, y ahí no entra ni las casas, ni los coches ni nada. ¿Por qué? Porque de alguna manera en el duelo hay un echar de menos esa vida compartida, echar de menos ese andar juntos en el paso del tiempo, y eso es lo que produce un desgarro que no se llena nunca.
Otra de las cosas que yo quiero reivindicar es que hay veces que determinados profesionales entienden el duelo como algo patológico, el duelo no es una enfermedad, el duelo no es patológico, el duelo es un estado natural y sano de las personas que han perdido a alguien a quien amaban. Y me parece importante, porque si el sufrimiento es una característica del ser humano, yo digo que el duelo, la pena es como una pastilla de jabón atravesada en el corazón. Y lo mismo que el jabón se disuelve con agua, necesitamos las lágrimas y necesitamos darnos cuenta de lo que echamos de menos para que esa pastilla se disuelva. Y digamos lo que nos ofrece el atravesar el duelo, es tener un tiempo de recogimiento, porque uno se queda como abobado, es una manera natural que tenemos los seres humanos de aislarnos del entorno, de aislarnos del ruido, del bullicio, de las rebajas, nada importa, nada interesa, uno necesita estar como en una especie de huevo con su pérdida, con su sufrimiento, porque es como un cañonazo que nos hace una agujero.
Lo único que hay que hacer, lo único y lo difícil que se puede hacer es acompañar, y lo difícil por qué, por una razón, y es que en vosotros se instala digamos el aislamiento, se instala el sufrimiento, pero sobre todo se instala la impotencia. No hay nada para hacer, nada, solo se puede llorar, y llorar, llorar y decir por qué y por qué, y ni hay contestación para el por qué, ni parece que las lágrimas alivian, es una sensación de impotencia horrorosa, nadie nos consuela, los profesionales o yo por lo menos siento la misma impotencia, porque no hay nada para hacer, y a mí me encantaría poder hacer milagros, porque de verdad que como el nombre de Talitha indica: “levántate y anda”, me encantaría, y lo único que podemos hacer es compartir la impotencia de no poder hacer absolutamente nada salvo estar, estar disponible.
Sin mebargo, mientras que el dolor es físico, y existe algún tipo de pastillas que lo calma, y que lo dejamos de sentir, y parece que eso se alivia, el sufrimiento es psicológico, el sufrimiento es una herida en el alma por decirlo de alguna manera y no hay absolutamente nada que lo quite, no hay nada que lo mitigue, no hay nada que lo alivie, no hay nada que los profesionales podamos hacer físicamente para anestesiar ese sufrimiento. Vuelvo otra vez a lo mismo, simplemente lo podemos acompañar.
Otra reivindicación que yo quiero hacer sobre el duelo, es que también algunos profesionales dicen que el duelo pasa y que después de las fases, el duelo acaba poco menos que de un día para otro, uno se pone a bailar sevillanas; y si se te encoje el corazón un día, digamos que ya la cosa va mal, ya es un duelo patológico, lamento si os parezco un pájaro de mal agüero al afirmar que el duelo no acaba jamás, efectivamente llega un momento que la impotencia se suaviza, porque encuentra uno un sentido a vivir como yo digo con cuatro ojos, con cuatro piernas, y es cuando pienso que voy a vivir plenamente la vida por la que tú no puedes vivir, pero no se quita, llega un cumpleaños y se pone uno fatal, llega el aniversario de la muerte y se pone uno fatal, y oye uno una canción y se pone fatal.
Sería algo así como que yo me empeño en que si esto sucede no os asustéis, cuando hayan pasado cinco años, siete años, y os levantéis un día sin motivo, con el corazón lleno de nubes y penséis: “pero si hoy no es el cumpleaños, si no es el aniversario, si hoy no he oído esta canción que me recuerda que …”; pues seguramente habréis soñado, o tendréis el día negro, no os asustéis y dejaros sentir, pero tampoco permitáis que nadie os diga: “oh oh, un duelo mal vivido, a ver esto dónde va a acabar”, porque digamos que es vuestra manera de seguir, claro que nunca jamás en la vida se va a olvidar, pero digamos que esas lágrimas o ese corazón encogido os sigue recordando lo importante que sigue siendo cada día de vuestra vida, el hijo o la hija que habéis perdido, o el hermano, o el nieto.
Una de las cosas que quiero leeros es un fragmentito que escribí en un artículo sobre una sesión con una madre, donde la hija más mayor la arrastró a terapia conmigo porque una hija suya de 18 años, hermana de esta chica que había asistido a cursos míos, había muerto en un accidente de coche y os cuento un poco esta sesión concreta:
“Pilar, es una mujer sencilla de 48 años, siempre vestida de negro, ha perdido en un accidente de coche a una hija de 18 años, otra de sus hijas la animó para que empezara un trabajo de duelo conmigo, llevamos varios meses en esa tarea. Mantenemos una buena relación, en esta sesión Pilar llega con los ojos enrojecidos, su cara está crispada, su respiración es superficial, yo siento como se me encogen los hombros y me duele el pecho, siento angustia, se derrumba en el sillón y no me da tiempo a decirle nada, a bocajarro me dice en un toco de voz agudo y desencajado: “no puedo recordar su cara, miro las fotos, pero aún así no puedo recordar su cara, mi pobre niña, mi dolor de pecho se cambia en un nudo en la garganta, le tiendo mis manos y ella las agarra con fuerza, y llora desconsoladamente de un modo entrecortado, y ahora qué será de mí, nunca la volveré a ver crecer ni casarse, la vida es un asco, ¿qué sentido tiene tanto sufrimiento? Y mientras seguimos con las manos fuertemente cogidas, su tono de voz va cogiendo fuerza y energía, yo me doy cuenta de que respiro más profundo y que el dolor de pecho y el nudo en la garganta han desaparecido. Pilar empieza a despotricar contra todo lo que se le viene a la cabeza mientras agita nuestros brazos contra el aire.”
Creo que de alguna manera a algunos de vosotros os debe recordar alguna experiencia vuestra, el recuerdo no pasa, esos días de sufrimiento, esos días negros, es de alguna manera, vuestra forma de daros la tranquilidad, tranquilidad entre comillas, de que siempre van a estar en vuestro corazón, que podéis ir al cine, podéis disfrutar de un día de sol, podéis ir la playa, podéis iros a bailar, y podéis gozar la vida, por decirlo de alguna manera, y de vez en cuando podéis sentir la tranquilidad de que quien no está con vosotros, sigue estando con vosotros y vosotros le amáis.
Otra característica que os quiero decir de vuestro duelo, es que vuestro duelo es contra la vida, a ver, me explico: cuando somos mayores, la muerte de un padre o anciano, la muerte de una madre anciana, o incluso una edad adulta, bastante adulta, podemos llegarla a encajar, como que la vida es así, son normas de la vida, ya se sabe que todos tenemos un final; lo que uno siente como un absurdo es la muerte de un hijo, porque no es lógica, porque no viene a cuento, porque se supone que los hijos nos van a enterrar, entonces una de las cosas que hemos descubierto los psicólogos, es que todos los humanos hacemos una especie de línea que es como una línea del tiempo, que es como un semicírculo justo delante de nuestras narices, donde situamos el presente, la línea imaginaria hacia la izquierda es el pasado y la línea imaginaria hacia la derecha es el futuro, y es muy curioso, si a alguien le preguntas: ¿recuerdas qué hiciste el verano pasado? Todo el mundo hace así con los ojos y mira para la izquierda; que sea una línea imaginaria no significa que no nos organice la vida, cuando alguien muere, pero sobre todo cuando un hijo muere esta parte de la línea de la vida se hace añicos, y no hay para dónde mirar, ¿por qué? pues porque esta línea de la vida la tenemos llena de expectativas, de esperanzas, de sueños, que probablemente luego serán de otra manera, y soñaremos tener un hijo médico, y después hará lo que le de la gana, pero si hace otra cosa, solamente hacemos un cambio, en una línea que está, cuando se va de nuestra vida la línea se hace trizas, digamos que la labor del duelo es ayudar a reconstruir esa línea de vida que a lo mejor no tiene los colores del arco- iris, a lo mejor es en gris o en blanco y negro, y poco a poco después le vamos poniendo cositas que tienen un cierto color, ese es el proceso de duelo, eso es lo que le permite a uno tirar para delante.
Sabéis que las fases del duelo son la negación, el por qué a mí, después generalmente el regateo, la tristeza, la rabia, y digamos por último la aceptación, otra cosa de las que quiero reivindicar es que acompañar en el duelo no es un protocolo, ni una receta de cocina de cómo asar un pavo. No se puede poner las etapas, que cualquiera de los que está sufriendo un duelo, se convierta en una especie de y perdonarme la expresión, ratita de laboratorio, que tengo que acechar como profesional si está en la fase 2 o en la 3, si ahora tengo que hacer A o tengo que hacer B, eso no es así, digamos que cuando los profesionales hemos establecido una serie de pasos, sería como el que hace una receta de cocina, efectivamente, o como quien maquilla, en donde hay una serie de aspectos que debemos de tener en cuenta, pero no son las etapas lo que tenemos que tener en cuenta, lo que tenemos que tener en cuenta es cada una de las personas, cada uno de vosotros, que vienen a brindarnos la oportunidad de sentirnos útiles, porque tenéis la generosidad de pensar que podemos ayudaros a apoyar vuestro duelo. Cada persona es única y cada persona tiene su momento, sus características, y además otra cosa importante es que cada uno tenemos nuestra personalidad; hay quien se ralla dándole vueltas a algo, y el apoyo es ir un poco más allá de ese “rallao”, hay quien al contrario va muy deprisa, y pierde los detalles, porque los detalles es como si fuera un azadón en el corazón, nuestra tarea es saber teóricamente, que va bien pararse un poquito y hacer que los golpes de azada no sean tan fuertes, pero que es bueno detenerse un poco en ese punto.
Dentro de las características del duelo, que hay quien lo sufre más, pero que creo que todo el mundo lo tenemos, hayamos perdido a quien hayamos perdido, es que de pronto nos aparece una extraña culpabilidad, y digo extraña culpabilidad porque parece como que cuando uno está en un duelo, digamos que sabemos lo que ha pasado antes, claro que lo sabemos, y da la sensación de que como ahora sé los detalles de esto que ha pasado, tendría que, antes de que hubiera pasado, haber sabido esos detalles, y hubiera podido hacer algo, no es verdad. La culpa creo que es un mal que los humanos ni ningún profesional de la psicología o la psicoterapia hemos aprendido a solucionar, debe ser un mal endémico, no sé por qué, pero es otra característica humana, yo creo que es una forma creativa y muy molesta de solucionar la impotencia, siempre mantengo que la impotencia es el peor sentimiento que puede tener uno en la vida, ¿por qué? Porque con la impotencia no se puede hacer nada, solo estar, solo acompañar, y es tremendo, y a mí me parece que sentirse a veces culpable es un poco como si los humanos hubiéramos encontrado un recurso de poder hacer algo, aunque sea torturarnos, porque es preferible torturarse con “podría haber hecho…” o “dicho”, siempre es una acción, a estar con la impotencia que es como inmovilidad y como ahogarse en el sitio sin moverse, por decirlo de alguna manera.
Otra de las cosas también es que supongo que cada uno habrá perdido a su hijo o su hija de una manera distinta, pero hay veces que yo en la consulta me he encontrado con un sentimiento de culpa muy peculiar, por ejemplo, alguien que está hospitalizado, por supuesto, alguien a quien se quiere que está hospitalizado, y que digamos que tiene mal pronóstico, pero el desenlace se va alargando en el tiempo, a veces hay alguien que ha llegado a la consulta fatal porque de pronto se ha visto que pensaba poco menos de “a ver si se muere de una vez”, y entonces llega fatal porque dice: “si es mi marido o es mi hijo, ¿cómo puedo pensar yo una cosa así?”, y digo, no, vamos a ver, tú amas a la persona a la que después de trabajar, corres a atender, y estás allí, que estás pendiente, pero en los humanos, el cerebro generalmente funciona sin contenidos, todo el mundo habla ahora del estrés, el estrés no es tener muchas cosas que hacer, el estrés no es estar muy activo, el estrés es un proceso fisiológico, digamos que supone una situación de tensión psicológica y física mantenida en el tiempo, cuando alguien se pone enfermo, una enfermedad para la que no tenemos solución, cada día de vida mete a la persona que acompaña en lo que se llama una meseta de estrés, y es un día y otro día, y otro día, y tiene una serie de características físicas, y las características físicas es que uno se contrae, yo digo que es como si los humanos fuésemos una gamba cruda que nos movemos, estamos flexibles, una situación de estrés es como una gamba cocida, hace que se quede uno congelado, directamente, que las emociones no se puedan expresar, se nos empieza a caer el pelo, empezamos a no tener hambre, otras veces nos dan ataques de hambre y comemos como locos, el sueño se nos estropea, la respiración se nos pone fatal, el sistema inmunológico se va al garete, digamos que todos los humanos tenemos un principio físico que cuando hay una situación de estrés mantenida hay una necesidad de que el estrés acabe, porque acabar el estrés significa volver a ser la gamba cruda, volver a estar flojo, y ahora empieza otra etapa en la que tengo que……pero qué ocurre, que el cerebro lo que nos dice es ojalá acabe esto, pero esto no tiene nombre y apellido, nosotros pensamos ojalá acabe esta situación de estrés, es neutro digamos, nosotros no le ponemos contenido, pero pensamos que acabe esta situación de estrés en que la persona que no quiero que se vaya y que de pronto he pensado que ojalá que se vaya. Ya sé que la culpa no tiene sentido nunca y cuando uno la siente, la siente, pero no quiere decir que os habéis vuelto fríos y crueles y despiadados, no, simplemente quiere decir que necesitáis daros un respiro, aflojaros como una esponja llena de agua, necesitáis escurrir el agua para estar otra vez tiernitos y poder seguir de nuevo en la brecha.
Muchas gracias a todos por escucharme.
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