domingo, 12 de junio de 2011

JORNADAS ELABORACION DEL DUELO 2011






CONFERENCIA: "EL NIÑO Y LA MUERTE"
Anna Maria Agustí i Farreny (Lleida, 1949).

Maestra y psicopedagoga. Postgraduada en “Acompañamiento en el sufrimiento y la muerte” y en “Acompañamiento espiritual”.



Fundadora de la Asociación de Acompañamiento en el duelo de Lleida. Coautora del libro “El niño y la muerte” junto con Montse Esquerda.




"En septiembre hará 25 años que me quedé viuda, tenía dos niños pequeños, uno de 12 y otro de 6 años, esto cambió mi vida. Ahí me regalé un tiempo para mí y me puse a estudiar, y entonces tenía muy claro que quería acompañar a morir, pero claro no te dejan mucho estas cosas, y tienes que ser doctor, entonces pensé voy a continuar por aquí, pero aún no me he doctorado, porque paliativos es encantador, pero no dejan entrar voluntarios, pero estando preparándome para eso, un día que estaba enfermita, entrando y saliendo del hospital, me llamó mi jefa, Montse Esquerda, que tiene ahora 42 años, es muy joven, me preguntó ¿quieres llevar grupos de duelo? Y automáticamente le dije sí, pero sola no, tenía miedo porque no me encontraba bien, y además tenía pánico de una cosa que yo no había hecho, entonces a partir de aquí buscamos gente preparada, gente preparada no había, entonces buscamos gente que el tema no le desagradara, era un mes de febrero, y en el mes de noviembre ya vino un hermano de San Juan de Dios, Ramón Martí, que llevaba grupos de duelo y talleres de duelo, y entonces hicimos el primer contacto del grupo, unas catorce personas, con el duelo y cada quince día continuamos haciendo formación con 14 o 16 voluntarios.
El año pasado publicamos un libro que lo hicimos Montse y yo, puedo hacer propaganda porque está en catalán y se titula “El niño y la muerte”, acompañar a los niños y adolescentes en la pérdida de una persona querida. Es fruto de un dolor y de un servicio a la gente, y os explico cómo salió, ¿veis estas mariposas? Estas mariposas las hicieron unas gemelitas de 4 años que mientras dormían una noche su papá se murió, y su mamá estaba esperando un hijo que lo tuvo 10 días después de enterrar a su marido, las niñas cuando se despertaron dijeron “¿Mi papá está de guardia?”, pues está de guardia, y su mamá había pensado “Yo a mis hijas se lo voy a explicar cuando yo esté bien”. Ella tenía 34 años y él 37. El cuarto día la mamá de las gemelas llamó a Montse y le dijo: me dijo tu marido que me podías ayudar, y le preguntó ¿y que tengo que hacer? Las niñas estaban en el colegio. Pues decirles que su papá ha muerto, imaginaos, esta mujer a los 10 días de enterrar a su marido, tuvo al hijo, hay que entender cómo está realmente una persona que está en duelo, y Montse le dijo: imagínate que supieran o se enteraran de que su padre ha muerto y no hubiera nadie a su lado para acompañarlas, inmediatamente la mamá le dijo a su padre: “Ve a buscar a las niñas a la escuela”, el entierro se había hecho en Gerona, por lo tanto en Lleida no se había hecho nada. Al año hicimos un funeral con ella y pusimos un recordatorio, y allí lo vivimos con las nenas porque prepararon la ceremonia con su mamá y conmigo, tenían cinco años.
Yo digo que la persona tiene cinco patas, la dimensión física, la mental, la social, la emocional y la espiritual, y tendríamos que tener y cuidarlas las cinco por igual, equilibradamente, y esto nos cuesta un poquito, pero a eso deberíamos tender, entonces la persona cuando está en duelo, cuando sufre, en su dimensión física siente un dolor físico, que podemos localizarlo y si no lo podemos localizar, podemos explicarlo, y siempre cada cual le dará su explicación y va a decir qué es, qué siente, ¿no? Y este dolor además en el físico puede acarrearnos trastornos en el sueño, en la alimentación, tener mucha hambre y no parar de comer o justo al revés….
La dimensión mental, cuando la gente está en duelo, da igual por una enfermedad que pueda tener o por haber perdido a una persona muy querida no se vuelve tonta, no ha perdido capacidades, pero la verdad es que toda su dimensión mental se colapsa, vas a decir una cosa y no te acuerdas, a la gente que pasa por el grupo le decimos: oye, no utilices la memoria, es el tiempo de las listitas, después ya las vamos a dejar otra vez, porque basta que te quieras acordar de algo para que se te olvide.
La dimensión social entra en conflicto, el papa que está enfermo y es notario, ¿es notario cuando está muy enfermo y apunto de morirse? ¿Continúa teniendo un rol social o un rol familiar? Si se te ha muerto el marido y soy viuda cuesta decir soy la Sra. De… ó si tengo tres hijos y uno se ha muerto, ¿tengo tres hijos o tengo dos?
Por otro lado la dimensión emocional, para explicarlo pongo el ejemplo de una olla a presión, y cuando sube el pitorro y empieza a pitar como no bajes el fuego o lo saques, aquello es una bomba, y resulta que esta bomba continuamente la tenemos dentro, y no es que antes no tuviéramos emociones pero es que resulta que la cabeza siempre había regido y sustentado las emociones, pero resulta que ahora la razón va por aquí y las emociones por allá, y claro el sentir todas estas emociones que no te reconoces, que no eres tú, te hace sentirte con miedo, miedo a todo, y el miedo todos sabemos que paraliza, y nos hace ver las cosas mucho más grandes.
Y por otro lado la dimensión espiritual, la trascendencia la tenemos todos, que se puede juntas a veces con una religión o con otra, eso es otra cosa, y esta dimensión espiritual que alimentaba un poco nuestra vida, cuando la persona está en duelo hay una desesperanza. Este es el panorama, es desalentador, pero sabemos que hay un proceso y que la gente sigue tirando hacia delante, a ver ¿cuántos muertos no ha habido en esta vida hasta hoy? Pues así como la gente en el entierro o en el funeral, los primeros días están todos allí, con el tiempo la persona que está en duelo se siente sola, aislada, además no tiene un espacio donde poder hablar y comunicarse porque mi dolor si yo lo expreso y la otra persona no está preparada resulta que va directo a su dolor, y resulta que esto no se puede aguantar, por eso, cuesta tener gente al lado y a veces pensamos que nuestra gente son los más cercanos, y no, porque los más cercanos están con el mismo desequilibrio que los que estamos en duelo, porque estamos viviendo todos una misma situación, y la verdad es que no sabemos gestionar lo que estamos viviendo porque los sentimientos están tergiversados y la razón no está a su servicio, ¿qué necesita la persona que está en duelo? Aquí os pongo a los niños igual que los mayores, necesitan ser acogidos, y ser acogidos en todo lo que está pasando, ser comprendidos y ser acompañados, pero para esto necesitamos una luz que ilumine para que ayude a reposar el espíritu del otro, para que pueda liberar los afectos y podamos iluminar procesos, pero primero debemos y podemos aprender primero a acogernos a nosotros, ¿cómo puedo acompañar a nadie si yo no sé acompañarme? para comprender a los otros, debemos comprendernos a nosotros primero, y para acompañar a los otros, tenemos que acompañarnos a nosotros primero, y lo podemos hacer todos. Porque venimos de una tradición que nos dice que nosotros somos lo último, y tenemos que volver a recuperarnos porque si cuidamos de nosotros mismos, al mismo tiempo estamos cuidando a los otros, vivimos y dejamos vivir, y dice Fidel Delgado: “si cuidas de ti, cuidas de los otros, porque todos somos uno“.

El concepto de muerte evoluciona a lo largo de toda la vida, no es estable, la manera de comprenderla es dinámica. No pensamos siempre lo mismo, continuamente está evolucionando nuestra manera de concebirla. En los niños pasa más o menos lo mismo, el niño vive la muerte según el concepto de muerte que tiene elaborado, y resulta que aquí empezamos: “como los niños no se enteran”, “como los niños más vale que no les hagamos sufrir”, “los niños de muerte no saben nada”, pues resulta que ellos no tienen ningún concepto que sería el contenido, y hay que ponerle que el papá o la mamá se ha muerto. Además, cada niño tiene una manera de ser propia, un niño que sea movido no le podemos pedir que a partir de ahora esté tranquilo, o un niño que haga las cosas sin pensar continuará reaccionando de la misma manera, también dependerá de la edad y de la etapa del desarrollo. Cocinet fue un señor que estudió cómo los niños al ir creciendo entendían los duelos, pues el niño de meses, el recién nacido al que estamos amamantando, no puede expresar nada de duelo, pero la leche que está tomando, la postura que tiene la madre con el hijo, ¿es la misma antes que después de una muerte por medio? No.
O sea que diríamos que hasta los dos años los niños no la entienden pero la viven, porque la manifestación de aquellos que están a su lado son manifestaciones diferentes de lo que han tenido hasta entonces, por lo tanto no podemos decir este niño no se ha enterado, lo que no ha podido es explicarlo.
Aquí hacemos hincapié en que cuando la madre o el padre están con el niño pequeño puede ir hablándole y explicándoles sus penas, aparte de que el padre o la madre cuando está verbalizando su situación se auto-ayuda a comprender lo que está pasando.
De los dos a los cinco años la muerte es una larga ausencia y una desaparición provisional, podemos hablar de muerte pero es igual que cuando ellos juegan y dices: “ahora me muero” y al cabo de un momento dice: “ya te puedes levantar que has resucitado”, pues así lo entienden de los 2 a los 5 años y además aunque les digamos que se ha muerto, porque hay que decirles las palabras sin eufemismos, ellos piensan que volverá un día y por ejemplo podemos hablar del cielo, y para ellos el cielo es un lugar concreto con cocina, comedor, cuarto de baño y habitación, porque es una etapa de su desarrollo en que todo es concreto.
A partir de los 5 a los 11 años la muerte queda integrada a partir de los actos sociales, y os lo quiero explicar con un ejemplo: “unos papás que iban a misa el Domingo de Ramos mudaban a sus hijos de arriba abajo, y un día que iban al entierro del vecino, les pusieron la misma ropa que el Domingo de Ramos, además iban a la iglesia y los hijos preguntaron ¿es que hoy es Domingo de Ramos?, ¿qué nos quiere decir esto? Pues que no estamos explicándoles a nuestros hijos lo que está pasando. Esto quiere decir que ellos asocian la muerte con los actos sociales, antes había los cortejos fúnebres, ahora como el tanatorio está en las afueras pues no vemos nada.
Y a los 11 años, en la adolescencia aparece la primera conciencia de muerte, el niño ya puede pensar en su propia muerte, antes solo podía pensar en la de los otros. El niño presenta una mejor capacidad de adaptación a la pérdida que el adulto, y tiene mucha más dependencia y menos autonomía, por lo tanto dependerá de cómo hagamos, cómo lo vivamos para que ellos lo vivan de una manera u otra, es cuestión de vínculos y los vínculos no vienen de la genética sino de la interacción, y sin vínculos no podemos vivir. En un principio podemos decir que hay un dolor, una desorganización, una desesperación y tenemos que convertirlo en una aceptación, una transformación y una integración y una reorganización, y hacia eso tendemos y llegaremos. Para eso ayudan mucho los grupos y las asociaciones, porque el hecho de compartir es fundamental, aunque no digamos nada, las actitudes de los otros desencadenan cambios internos en nosotros.
El niño, para empezar a hacer un buen duelo, necesita recibir la noticia de sus padres o de una persona muy cercana, lo más pronto posible y buscando un lugar tranquilo. Quién mejor que un padre o una madre para soportar al niño en esta situación, si se ha muerto un progenitor y el otro no puede, siempre decimos que sea una persona muy cercana afectivamente, el maestro o la tata que va siempre a buscarle a la escuela, lo más pronto posible para que no se enteren por otros, y buscando un lugar tranquilo, para que no hayan interferencias, que no suene el móvil, y antes de dar la noticia debemos repensar lo que vamos a decir, para poder soportar el estar a su lado. Es importante dar la información de la manera más real posible, sin mentir, sin eufemismos, y con un lenguaje adecuado a su nivel de comprensión, con su vocabulario. Evitando decir “se ha ido, porque entonces pesará que volverá”.
En tanto en cuanto expresamos nuestros sentimientos delante de nuestros hijos, o de los que acompañamos, lo que hacemos es darles permiso para que ellos también lo hagan, para que ellos también lloren, y darle permiso para que él también pueda explicarse, y es verdad que el niño aprende de lo que ve y de lo que vive, no de lo que le dicen, si damos la callada por respuesta, el niño sabrá que en estas situaciones así es mejor no decir nada, por lo tanto yo me lo guiso y yo me lo como, entonces aunque no sea cuaresma, empiezan a haber muchos buñuelos por aquí dentro, y no van bien.
Si alguna vez, el vecino de al lado se va con otro, y con otro, y a ti no te dice ¿quieres venir conmigo? ¿no te sientes excluida?
Pues si el niño no se entera de lo que está pasando, se siente excluido y fuera de la situación y además es una manera de decirle: chico, tu aquí no pintas nada”. Porque si el dolor se expresa, se puede trabajar, si no se expresa, no se puede trabajar, imaginaos: desde que somos pequeños nos han enseñado a decir: buenos días, buenas noches, gracias, adiós, se nos va el papá, la mamá o un hermano y no le decimos ni hola, porque no le podemos despedir. ¡Qué incoherente somos!, ¿verdad? Cada apego que nos vemos obligados a romper, genera un dolor, y el dolor se expresa de múltiples maneras y especialmente en los niños. Y afecta en todas las dimensiones de la persona, para acompañarles, debemos saber el mapa del camino y saber el mapa es saber que nos encontraremos con rectas, con curvas, con nubes, con sol, y que debemos ayudarles y acompañarles a hacer las tareas: 1 aceptar la realidad de la pérdida, aceptar no es estar contento, es saber qué ha pasado, saber que es perenne e irreversible, esto no se hace en un día. Yo digo que cuando las personas no ven solo su ombligo y ya pueden ver a los otros, es sinónimo y principio de un buen duelo. ¿Y cómo ayudar? Pues acompañando sobre todo con el corazón. Podemos a veces no hacer las cosas muy bien, pero si el del lado, al que acompañamos nos ve coherentes y ve que estamos allí, acompañando, no le va a hacer daño, y aquí veremos cuando hablábamos de la espiritualidad y de lo trascendente, nos ayudará la naturaleza, el arte, el culto y el encuentro con el otro. Cuántas veces en un atardecer en la playa o en la cima de la montaña nos hemos sentido Uno con el Universo, no sabemos donde empezamos nosotros y nos sentimos integrados en el paisaje, una película, unos rituales bien hechos, la relación interpersonal, todo esto serán puertas a lo trascendente.
Y desde nosotros, lo que tenemos que hacer, es intentar que la persona que ha muerto recolocarla en nuestro corazón, teniendo esta trascendencia y con humor, como dice Fidel Delgado: “cuando quieras servir a los humanos, haz algo para que puedan reírse, de sí y de los demás, con amor lúcido”. No siempre podemos escoger aquello que nos toca vivir pero sí podemos saber qué actitud tomar y qué y cómo comportarnos delante de lo que sucede, no es el por qué sino el para qué, nos da mucho miedo cuando hablamos de niños, cómo acercarnos, pero fracasar es no haberlo intentado, fracasar es cuando no hacemos nada. ¿Qué actitudes para acompañar? Poniendo atención, amando, escuchando, comprendiendo, interiorizando, y quiero explicar esto más, porque desde la vida en pleno apogeo y en movimiento no podemos ayudar, tenemos que pararnos para interiorizar, tenemos que vernos, y cuando hablamos de escucha, la naturaleza nos dio dos ojos, dos orejas y una sola boca, para que pudiéramos observar y escuchar el doble de lo que hablamos. Escuchar significa mucho más que oír, significa querer comprender y tener en cuenta que hay un mundo aún mayor detrás de las palabras. Para acompañar tenemos que tener unas actitudes y unas aptitudes, como padres y maestros ya tenemos unas actitudes, pero las aptitudes sí que podemos aprender y una de las más importantes es el respeto al otro, quien es diferente a mí, y es necesario tener en cuenta que lo que aquí me va bien, no tiene por qué irle bien a todo el mundo, por lo tanto entender y comprender al otro para saber qué es lo que necesita. Cuando uno está en duelo yo digo que el depósito de la paciencia se nos ha acabado, pero se nos pide paciencia, a que reaccione, como pueda y cuando pueda. Debemos ser perseverantes y tener mucha confianza, debemos creer en la capacidad del niño e infundirle la confianza de que todo irá bien, que aunque ahora estemos en un momento difícil, pasará y todo irá bien. Solo reconocemos aquello que hemos aprendido a reconocer, si hay algo que pasa pero no lo elaboramos, pasa de largo, hemos puesto el paraguas y el agua no nos moja. Las reacciones del duelo y sobre todo en los niños pueden manifestarse de muy diferentes maneras, el niño va a reaccionar como pueda pero reaccionará, a veces trayendo malas notas, y el tiempo en los chicos y las chicas es diferente, con periodos intensos y cortos, y tenemos que entender que el niño vive más en el presente que el adulto y esto es un regalo, y tendríamos que aprender de ellos. En un momento dado pueden reír y jugar tranquilamente y al cabo de unos momentos pueden volver a llorar, que esté riendo o jugando no quiere decir que no sienta el dolor. Debemos escuchar las palabras, los gestos, los silencios, los miedos y lo que no se dice porque cuesta ponerle palabras.
Una manera de acercarnos mucho a los niños es a través de los cuentos, y este cuento en especial; dice que el pequeño siempre le pregunta a su mamá: “mamá, si me porto mal, ¿siempre me querrás?” y la mamá le responde: “Siempre te querré, hijo”. ¿Y si hago esto o lo otro…me querrás? Siempre te querré, y al final la mamá le dice: “y si llega un momento que no esté, aunque no esté, yo continuaré queriéndote”, y esto es lo que debemos trasmitirles, y no es necesario hacer más, sino que lo que hagamos lo llenemos de sentido.
Gracias a todos por vuestra escucha".




Las Jornadas de Elaboración del duelo se celebran anualmente durante el mes de marzo, en Albacete, organizadas por la Asociación Talitha de ayuda a padres y madres que han perdido hijos. Son gratuitas y están abiertas al público en general.



El programa de este año ha sido:



- Carmen Vázquez Bandín, presidenta de la Asociación Española de Terapia Gestalt, en Madrid. Conferencia:"Un paseo por el amor y la muerte".



- Anna Mª Agustí y Farreny. Fundadora de la Asociación de Acompañamiento en el duelo de Lleida. Conferencia: "El niño y la muerte".



- Angelina Martínez Martínez. Delegada de Salud y Bienestar Social de Albacete. Conferencia: "La muerte, una experiencia de vida".



- Mesa Redonda: "La superación del duelo. Un camino de crecimiento" con la participación de Marta Rodríguez Martínez, psicóloga colaboradora de Talitha y varios padres y madres de la Asociación que han aportado su testimonio.



- Rosa Valles Martinez, autora del libro "Palabras para el recuerdo" y miembro de la Asociación. Conferencia: "La calidad de nuestra muerte dependerá de la calidad de nuestra vida".




Información de contacto Talitha: telf. 697 865 544

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