sábado, 1 de septiembre de 2012

LA ESCRITURA TERAPÉUTICA


                              

Escribir nos libera, nos sentimos menos prisioneros de nuestros propios pensamientos, además de tomar distancia de ellos al organizarlos y nos ayuda reflexionar y a tratar de encontrar solución a lo que nos preocupa. Nos conecta con nosotros mismos.
Interesante, sencillo y bastante explicativo es el siguiente artículo de José Manuel Martínez Sánchez Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Murcia y Máster en Psicología Humanista


“La escritura terapéutica nos brinda la posibilidad de acceder a nuestro innato potencial creativo así como a descubrir nuestras emociones y pautas de pensamiento más inconscientes. Con ello se contribuye a reducir el estrés mental, reforzar la autoestima e incluso a fortalecer el sistema inmunológico (como ha señalado James Pennebaker). En definitiva, se pueden conseguir beneficios tanto a nivel psicológico como a nivel físico en general.
Esta terapia, correctamente guiada por un terapeuta, estimula la capacidad de auto-indagación de la persona, un auto-psicoanálisis en el que se incrementa la comprensión hacia uno mismo, registrando y diferenciando pensamientos y sentimientos que vagaban en la psique y que, al sacarlos afuera, al escribirlos, quedan objetivados de una manera visible.
Se pueden diferenciar tres procesos en la realización de esta terapia. El primero o de pre-escritura, mediante el cual el terapeuta asesora al receptor de la terapia para encontrar los medios y las formas de desarrollar su trabajo de escritura; el segundo proceso o de escritura en sí, configura la catarsis de la terapia, donde el receptor de la terapia libera sus emociones y pensamientos en el papel; y el tercer proceso o de lectura, consiste en analizar e interpretar (terapeuta y receptor de la terapia) lo escrito.

En los tres procesos señalados tienen lugar actividades terapéuticas como el ordenamiento, la identificación, el reconocimiento y regulación de emociones, sentimientos y pensamientos. Como afirma Lanza Castelli, encontramos funciones reflexivas y de autorregulación emocional que nos permiten, como testigos, observar los propios miedos, obsesiones, fobias, traumas, prejuicios, etc. Se trata, por tanto, de ganar en auto-conciencia y en auto-conocimiento, de razonar lo emocional e integrar ambos procesos, esto es, de aprender a expresar lo que sentimos y a sentir correctamente (objetivamente) lo que hemos expresado.
Escribiendo en el papel experiencias traumáticas, un diario personal de auto-exploración, nuestros sueños, poemas, relatos, una carta imaginaria a un amor del pasado o la simple escritura automática e instintiva nos pueden ayudar a saber más de nosotros mismos, a cambiar patrones de pensamientos, a transformar lo negativo en positivo, a realizar nuestra creatividad e imaginación dando forma a la experiencia, entregando , en resumen, sentido ético y estético a nuestra vida.
Racionalizar una emoción exige un trabajo de interiorización por medio del cual ahondar en la sugestión emotiva. Supone transferir ese sentimiento en contenido lingüístico coherente, filtrar los somas emocionales por la razón y encontrar una correspondencia entre el sentir y la expresión del sentir. Al trasladarlo a la escritura –de alguna manera- afianzamos el sentir, le damos un lenguaje verbal específico que queda registrado y que se puede valorar como un objeto externo.

La expresión del sentir

Lo difícil en este trabajo terapéutico quizá sea hallar las herramientas adecuadas para canalizar la materia sensible de una forma creativa. No es lo más importante –aunque también sea adecuado- que nuestra escritura alcance el grado de texto literario, es decir, que sea una obra de arte.
Pero sí es importante la intención de que lo sea, ya que fortalece nuestra riqueza expresiva el intentar dotar el texto de belleza. Por ello, en el trabajo de pre-escritura es aconsejable que el terapeuta asesore a la persona receptora de la terapia en la forma de focalizar su texto (poema, relato, ensayo, carta, etc.) y en la manera de hacer del mismo un ejercicio que nos aporte recursos retóricos, estilísticos, semánticos… Todo, sin duda, no siendo lo más importante –como digo- ayuda sobremanera en el trabajo terapéutico, no impidiendo nunca que la persona se exprese con su propia originalidad, diciendo siempre lo que quiere decir. La técnica aporta –en muchos casos- la llave perdida, esa palabra que refleja exactamente lo que sentíamos pero que nunca habíamos oído, o esa forma metafórica que tanto parecido tiene con algún aspecto de nuestra realidad emocional.

Desbloqueo emocional
Al igual que en el acto de hablar cuando escribimos realizamos un ejercicio cuya dirección camina desde dentro hacia fuera. De esta manera liberamos lo que llevamos dentro, efectuamos un desbloqueo emocional muy intenso ya que nos adentramos en regiones de la mente que necesitaban un lenguaje para ser manifestadas y, por consiguiente, reconocidas. Al hacer consciente lo inconsciente logramos sanarnos, lo que antes era un miedo irracional o una acción neurótica y compulsiva puede convertirse en un hecho cuyas causas quedan desveladas y así accedemos a comprender el origen latente del bloqueo.
Una enfermedad física guarda una estrecha relación con el cuerpo psicológico, como afirma la nueva medicina de raigambre holística. Digamos que son dos caras de una misma moneda, un proceso de causalidades y de relaciones integradas. La patología mental, sea cual sea su etiología, conlleva unos efectos a nivel físico que se manifiestan de una forma u otra. Con la escritura terapéutica regulamos los procesos mentales, avivamos la actividad creativa y ésta amplía las posibilidades de avivamiento de la actividad neuronal. Cuerpo y mente están intrínsecamente unidos.

Cito –a continuación- las esclarecedoras palabras del neurólogo Antonio Damasio: “El hipotálamo, el bulbo raquídeo y el sistema límbico intervienen en la regulación corporal y en todos los procesos neurales sobre los que se basan los fenómenos mentales, por ejemplo la percepción, el aprendizaje, la remembranza, la emoción y el sentimiento, y […] el razonamiento y la creatividad. La regulación corporal, la supervivencia y la mente se hallan íntimamente entrelazadas”. Por tanto, la interrelación señalada no permite anticuadas divisiones, los procesos neurales trabajan en todas las direcciones corporales. La escritura creativa nos conecta conscientemente con todo ello, nos permite observar fenómenos complejos compuestos de emociones, recuerdos, pensamientos, sentimientos… y nos ofrece la posibilidad de si no diferenciar sí distinguir y ordenar esa complejidad.

Mente y cuerpo, una misma dimensión del ser
Como hemos visto, mente y cuerpo conforman una misma dimensión de lo que somos. La escritura terapéutica trabaja, materializa aquello que está latente en nosotros, aquello que duerme en el ser y nos marca la identidad existencial, la forma de ver las cosas, de sentirlas y comprenderlas. No sólo lo que sentimos en el interior sino lo que vemos afuera es el reflejo de nuestra personalidad, de nuestra manera de interpretar y vivenciar el fenómeno de la vida en general, con sus múltiples manifestaciones. La voluntad de curarse a uno mismo es ya el paso, el primer paso de la curación. La escritura es un medio muy aconsejable -una extraordinaria vía- para vislumbrar el misterio del sentir. El decisivo misterio, en definitiva, de vivir.
Extracto del trabajo de investigación "La Escritura como Terapia" de Inma Latorre Coves para su formación en la Escuela de Arteterapia El Caminante"

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